En esta ciudad no existe el Dolce Far Niente, que tanto me gustaba ejercer una vez por semana en el desierto. Cuando la gente tiene tiempo para detener su ritmo de vida, y ver simplemente el techo, un arbusto o sus pensamientos, entonces se deprimen. En cambio yo, aunque no tengo Dolce Far Niente, gozo si puedo sentarme cinco minutos nada más para sumergir la vista en las hojas verdes del pequeño viñedo que hay detrás de casa. Cuestión de enfoques. En esta ciudad "hacer nada" es pecado, entonces, parafraseando a Aaron Kunin: el mayor esfuerzo es aparentar el esfuerzo. La gente se gasta aparentando no tener tiempo para nada. Rigoberta Menchú, una vez que la entrevisto el poeta Alan Mills, dijo "Bueno, como usted sabe, uno es el que construye el tiempo". Uno también construye la falta de tiempo. ¿Quién nos programó para vivir como unas máquinas y después divertirnos como salvajes? todo eufóricos, todo de prisa. La vida para mí es mejor despacio. Cuando uso un reloj, lo arruino. Así que, una o dos horas de mi tiempo procuro vivirlas como si fuera un animal o una fruta: lentamente. Esa es una de las razones por las que uso este blog, y es también otra de las razones por las que no todo lo que digo en este blog es real (depende cómo construya su tiempo el lector). Para que lo que escribo aquí sea real tiene que ser leído en un tiempo que camine como un lagarto, un lagarto pesado sobre la arena.

d.